jueves, 10 de diciembre de 2009
Lo que opino sobre el matrimonio o el porqué me llaman "machista"
El matrimonio. Compleja relación e intercambio de posesiones materiales sumidas en la más pura y perfecta ignorancia. Caer enamorado es análogo de caer en un estado letárgico, pero casarse alegando como principal razón el enamoramiento es un verdadero acto de fe, de estupidez llevada a los límites de la razón. Si reducimos nuestra humilde crítica a la sociedad hispanoamericana (y de hecho podemos incluir a todo el mundo occidental y anglo) podremos ver al matrimonio como una sociedad exitosa. Pero hace 20 o 30 años. Hoy es un completo fracaso. Numerosas teorías he escuchado sobre el porqué de este fracaso. Que si el machismo, que si el feminismo, que si no somos seres fieles por naturaleza, que la incompatibilidad de caracteres, que la rutina lo acaba todo, que la manga del muerto. Sin embargo, creo que aquí la pregunta esencial no es indagar si el matrimonio es exitoso o no. La pregunta es: si alguna vez, y si durante mucho tiempo fue exitoso ¿Por qué ahora ya no lo es? La respuesta es: por el choque de egos. Con el advenimiento de la liberación femenina, por allá de los años 60, se rompieron muchos paradigmas, la mujer ya no estaba confinada a la cocina ni a los quehaceres domésticos. Salió a la calle, cual cazadora novata va al bosque por una presa para darle de comer a sus polluelos. Pero, ¿Está en la naturaleza esta forma de comportamiento? Viéndolo desde un punto animal, la fisonomía del macho humano difiere en mucho del de la hembra, y esto no esta diseñado al azar. Si el hombre es más fuerte, posee mucho mayor masa muscular, es fértil todo el año, y contiene en su sangre mucho más testosterona para el ataque que la mujer, es porque desde tiempos memoriales, el hombre fue diseñado para salir a la caza, a conseguir el alimento de su familia. Por el otro lado, la mujer no tiene gran masa muscular, es fértil una vez al mes, es la que gesta en su vientre 9 meses al nuevo crío, y posee dos glándulas mamarias para alimentar a sus hijos al momento del nacimiento (por nombrar las más obvias y evidentes, pues diferencias de este tipo entre los dos sexos son inmensas) es porque evidentemente fue diseñada para la cría. Todo esto esta muy bonito, lo sé. Pues esto pasó hace millares y millares de años. Ahora esto suena a cuento cavernícola, lo sé también. Interpolando estos instintos cavernarios a los humanos del siglo XXI, vemos que seguimos teniendo inscritos estos instintos en nuestro genoma. Yo que sepa, el hombre no se ha hecho más débil físicamente que la mujer. El hombre sigue siendo más musculoso, sigue teniendo más hormonas masculinas, y sigue siendo fértil todo el año. La mujer sigue teniendo senos (gracias a Dios), ovulaciones mensuales, y sigue concibiendo en su vientre a los hijos. El hombre sigue siendo más agresivo y más promiscuo que la mujer. El gran error de nuestro siglo es suponer que somos iguales. Es el error más estúpido, idiota y pendejo del siglo. Si en un principio, no somos iguales física, hormonal y fisiológicamente, no lo seremos moral, ética ni socialmente. Este es el gran error. El gran error del matrimonio es el choque de egos, es el suponer que la mujer tiene las mismas características que el hombre. El choque de egos es la suposición de que la mujer es tan libre o más (social y económicamente) que el hombre. La revolución feminista estampa en las neuronas de Venus la idea de que la mujer no debe quedarse en la casa a criar a los hijos. Debe salir y triunfar en la vida. Se olvida por completo de su papel primordial en la sociedad humana. El choque de egos viene cuando, ya casados, la pareja empieza a competir por ver quien es el que lleva más dinero a la casa, por ver quien es más fuerte, más infiel, más dominante. La mujer, enfurecida e incendiada con la idea de que “a la mujer siempre se le hace menos, no somos el sexo débil” lucha día a día con su pareja, para demostrarle que ella es igual o mejor. Por lo tanto, convierte el matrimonio en un infierno. ¿Por qué los matrimonios eran tan exitosos antaño? ¿Por qué el índice de divorcios crece exponencialmente hoy día? La respuesta a esto es un tanto misógina, pero es muy cierta. Las mujeres de antes entendían su papel, y lo desempeñaban con maestría. Entendían a la perfección que su papel está destinado a la cría, al resguardo del hogar, al completo dominio del terruño hogareño, a su administración. Eran expertas cocineras, expertas enfermeras, zurcidoras, psicólogas, consejeras, amantes, y por supuesto madres (lo más importante y esencial para una familia). Eran un apoyo, eran un perfecto complemento. Cumplían el papel más importante en la sociedad: conservaban sana la familia, la institución más exitosa de nuestra era. La hacían fuerte, la hacían indestructible. El hombre sin la mujer no podía subsistir. Hoy la mujer no es nuestra compañera, cómplice o complemento, es nuestra enemiga. La mujer del siglo XXI no nació para ser madre, no nació para el matrimonio por lo tanto. He ahí el fracaso marital. El supuesto advenimiento femenino no promulga otra cosa que tratar de convertir a la mujer en hombre. La mujer debe crecer en el ámbito espiritual, moral y profesional. No se les debe negar el derecho a educarse, a competir deportivamente, a participar en la política o en cualquier otro ámbito de la sociedad. Pero lo que se debe de evitar es tratar de que se conviertan en hombres. Es lo que las mujeres e incluso los hombres están haciendo. Error fatal. El hombre debe desempeñar su papel en la sociedad, así como la mujer el suyo. Es el orden natural de las cosas. Alterar tal orden es provocar las absurdas escenas matrimoniales. La mujer debe sentirse orgullosa de ser la que lleva la cría a su cargo. No sabe que tan poderosa puede ser esta tarea. Puede controlar y dominar la sociedad desde casa. Saliendo a la calle y descuidando los hijos (o lo que es terrible: ni siquiera tenerlos) es contribuir al desmoronamiento de la familia, el desvanecimiento de la institución más poderosa del humano, es simplemente, ayudar al fracaso de la especie.
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Pues si, suena un poco a cavernícola, como tú ya sabes también. Te olvidas del importante papel que juega la sociedad política y económica que propicia el cambio de roles y del histórico abuso masculino.
ResponderEliminar¿No vas a seguir con el blog de Teosofía?
Saludos. ;)
Así es amiga Sarah, la sociedad y sus roles de poder y política juegan también un importante papel, pero sus pulsiones primarias siempre se deben al sistema mental y endocrino que hemos heredado en este cuerpo animal.
ResponderEliminarSi, el blog de teosofía sigue, pronto publicaré una entrada. Gracias!
Estoy de acuerdo contigo hasta..."El gran error de nuestro siglo es suponer que somos iguales..."
ResponderEliminarEn este tema uno puede estar parado en varios lados y supongamos por ejemplo, que a una mujer el marido la golpea. Ella con inmenso valor lo abandona y se va con sus hijos a otro lugar. Trabaja, cuida su casa, a sus hijos. Cumple un rol "masculino" siendo la cabeza de familia. Entonces no sería este un caso de lucha de egos, sino de supervivencia.Y no creo que esa mujer sea menos mujer que la que se separa y busca otro hombre que la mantenga para seguir siendo "mujer" ama de casa.
No soy feminista, aclaro, solo veo varias posibilidades de una misma situación. Muy interesante tu debate.
Los hombres no somos superiores, ni las mujeres son inferiores y viceversa. No somos iguales, apenas somos distintos. Entiéndase por distinto que cada cual nació con hermosas peculiaridades y cada cual debe florecerlas a su máximo. Distintos es la palabra clave aca. Por supuesto que la mujer puede y debe jugar el rol "masculino" de cabeza de familia, pero en lo posible lo debe evitar. Y por supuesto que hay hombres estúpidos (infinitos según Einstein) que no deben ni pueden jugar ningún rol en la sociedad. La mujer no es el complemento del hombre, ni viceversa.Son próximos.
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